viernes, 13 de octubre de 2017

WITTENBERG: CUNA DE LA REFORMA PROTESTANTE DEL SIGLO XVI





Stadtkirche St. Mari desde la Marktplatz

Emocionante visitar en compañía de mi esposa Lutherstadt Wittenberg en estos días en los que se cumplen quinientos años de la Reforma Protestante del siglo XVI. Es todo un placer poder pasear por las calles de esta tranquila ciudad tan alemana y que no sufrió los embates de la destrucción que causó la Segunda Guerra Mundial. Por supuesto, visitar la iglesia del Castillo de Wittenberg, la Schlosskirche, donde Martín Lutero clavó las 95 tesis y donde se encuentra su tumba y la de Philipp Melanchthon, mano derecha de Lutero y el Praeceptor Germaniae o maestro de Alemania. Iglesia fácilmente reconocible por la torre en la que se encuentran grabadas las palabras del famoso himno de Lutero: Ein' feste Burg ist unser Got o Castillo Fuerte es nuestro Dios. No puedo olvidar la iglesia Stadtkirche St. Marien donde Lutero, Melanchthon y Bugenhagen predicaron a menudo. Y, por supuesto, el monasterio agustino de Wittenberg, el llamado Augusteum que fue posteriormente la casa de Lutero, y que es ahora, uno de los mejores museos sobre la Reforma que hay en el mundo. Sin olvidarme de la casa de Philipp Melanchthon en la que residió nuestro querido compatriota, el burgalés Francisco de Enzinas al lado de la famosísima universidad de Wittenberg, en la que enseñaron los reformadores y por cuyas aulas pasaron tantos y tantos estudiantes. También pararse en la plaza del mercado, la Marktplatz donde está el ayuntamiento y varios hoteles, presidida por las estatuas de Lutero y Melanchthon. La ciudad está muy animada con numerosos visitantes de todo el mundo. Se ve que el aniversario ha sido preparado cuidadosamente. Desde la estación de tren hasta la entrada a la calles principales del municipio, han diseñado un precioso paseo con carteles de distintos colores alusivos al aniversario y con saludos de organizaciones de otras ciudades que también celebran la alegría que representó la Reforma. Hay también varios puestos de información sobre la Reforma.  Los museos que visitamos estaban llenos de gente. Se reconoce fácilmente a los coreanos pero también se oye el inglés hablado con acento americano. Hay gente grabando entrevistas por todos lados, vi dos equipos, uno haciendo entrevistas en italiano y otro en alemán. Las tiendas para turistas abundan con todo tipo de objetos y recuerdos referidos a Lutero principalmente. También hay libros, muchos libros, pero casi todos en alemán y algunos en inglés.
Y es que los libros son imprescindibles para entender la Reforma. Valorar adecuadamente incluso un lugar como Wittenberg en estos días, sería imposible sin haber leído sobre Lutero y la Reforma. Los libros en inglés, y, por supuesto, en alemán, son incontables. Pero también los hay en castellano. Se han publicado varias obras sobre Lutero y la Reforma en este año. Es algo por lo que tenemos que dar gracias a Dios. Posiblemenente la más conocida sea la biografía de Lyndal Roper Martín Lutero: Renegado y Profeta, un libro de más de seiscientas páginas. Pero a mí, particularmente, me sigue gustando mucho más la biografía de James Atkinson: Lutero y el nacimiento del protestantismo. Ya hace muchos años que fue publicada. La que yo tengo la publicó Alianza Editorial en 1980. La de Roper nos presenta a un Lutero de carne y hueso, con sus grandes defectos y muchas debilidades. Es necesario conocerlo así, sin duda alguna. El protestantismo no eleva a nadie a los altares. Como la Biblia hace con sus personajes, las biografías de los reformadores o de otros, no deben ocultar fallos y errores. Pero la biografía de Roper no provoca tampoco entusiasmo por el personaje. Uno se pregunta cómo explicar los orígenes de la Reforma Protestante con Lutero, si uno solo se queda fundamentalmente con sus innumerables pecados. En ese sentido, la biografía de Atkinson es superior. No oculta los excesos del personaje, pero resalta, al mismo tiempo, el indudable atractivo de Lutero. Este no residía en su persona, sino en el mensaje que cambió su vida y le dio su identidad más reconocible: Un redescubrimiento del evangelio de Jesús, y el consuelo que Dios nos proporciona en Cristo crucificado por los pecadores. Esto es Lutero y esto es la Reforma. Sin entender esto, si destacarlo, realmente no podremos comprender nada de lo que significó e implica hoy la Reforma de la Iglesia. Esta tuvo repercusiones sociales y políticas, pero, esencialmente, fue un acontecimiento bíblico y teológico. Atkinson rastrea los orígenes de la Reforma en los minuciosos estudios que efectuó Lutero en las Escrituras como profesor de la universidad de Wittenberg durante los años 1513 a 1517. Lo que queda de aquellas lecciones a sus estudiantes demuestra que, cuando publicó sus famosísimas 95 tesis, Lutero ya había redescubierto el evangelio. Esto aparece muy claramente en su comentario a la Epístola a los Romanos que data de esa época, concretamente de los años 1515 y 1516, aunque se publicara posteriormente. Romanos es la epístola de Pablo que Martín Lutero consideraba “la verdadera parte principal del Nuevo Testamento y el evangelio más puro”. Y es que Romanos revela el concepto capital de la salvación por la justicia de Dios en Cristo. Somos salvos porque Dios nos justifica por la fe en Cristo, es decir, nos atribuye gratuitamente su obra en la cruz como nuestra única justicia. Es verdad que, posteriormente, la ayuda exegética de un Melanchthon hizo que Lutero pudiera pulir el concepto de la salvación por la justicia imputada de Cristo. Pero resulta evidente que, el evangelio ya está redescubierto en 1517, cuando Lutero clava sus 95 tesis. Por ello, creo que la segunda parte del libro de Atkinson y, en particular, el capítulo sobre Lutero como profesor, nos dan la claves esenciales para entender a Lutero y a la Reforma. Esta no fue una obra de un hombre. La mano de Dios es evidente en la Reforma. Esta no es sino el anuncio de que “Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles a los hombres en cuenta sus pecados”, 2ª Corintios 5.19. 
Caminar por Wittenberg es conmovedor porque hace quinientos años sus calles resonaron con el anuncio del evangelio. Las buenas nuevas que traen de parte de Dios gozo y paz en Cristo. Caminar por Wittenberg es recordar que:” El verdadero tesoro de la iglesia es el sacrosanto evangelio de la gloria y de la gracia de Dios”, Tesis 62. Por eso emociona Wittenberg, porque su nombre estará siempre unido al del dulce evangelio de Jesús.
José Moreno Berrocal

Ayuntamiento de Wittenberg con la estatua de Lutero


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